De planos, alianzas y marcos legales a nodos reales de agua segura en España, el Caribe y Centroamérica.
Diciembre ha llegado casi en silencio, pero cargado de papeles subrayados, más reuniones presenciales, videollamadas —como siempre— y mapas de territorios donde el agua sigue siendo un lujo. No es un mes neutro: es ese momento en que muchas agendas se apagan y, sin embargo, los problemas siguen ahí, tercos.
Mientras otros hacen balance y bajan el ritmo, en OIVA y en el programa internacional “Agua para la Vida: El Gran Reto de la Humanidad” hemos vivido justo lo contrario: 2025 ha sido el año de sembrar, de ordenar y de ponerle nombre —y ruta— a los proyectos que en 2026 queremos ver convertidos en litros de agua, equipos instalados y comunidades acompañadas.
No tuvimos grandes inauguraciones ni cintas cortadas, pero sí algo igual de importante: nos sentamos a hacer lo menos fotogénico y lo más decisivo. Diseñamos el esqueleto de un programa global para llevar agua segura, energía limpia y resiliencia comunitaria a España, América Latina y el Caribe. Trabajamos cada capítulo, cada anexo, cada índice, alineando el programa con los requisitos de la Cooperación Internacional y con marcos como el Artículo 70 de la Ley 14/2013 en España. No por amor a la burocracia, sino porque sabemos que detrás de cada casilla cumplida hay una escuela, un centro de salud o una comunidad que, mañana, podrá recibir apoyo real.
2025 también fue el año de nombrar y ordenar nuestros sueños. NIDUS | Agua en el Cuidado dejó de ser solo una intuición y se convirtió en un subprograma concreto: llevar un generador atmosférico en la República Dominicana para que niñas y niños con discapacidad y sus familias tengan agua segura en su espacio de cuidado.
Detrás de ese equipo hay un proceso entero: estudios, cartas, rutas legales, campañas de donación, diseño de voluntariado. Es el tipo de trabajo invisible que hace posible que, de repente, un día una máquina empiece a producir agua donde antes solo había preocupación y garrafones.
Con LUNA | Generación Atmosférica de Agua Potable dimos otro paso necesario: pensar el agua del aire a escala industrial en una planta embotelladora en Honduras, con modelos financieros a cinco años, indicadores para inversionistas y un enfoque muy claro: que cada botella sea, a la vez, negocio sostenible y herramienta de desarrollo local. No hablamos solo de litros vendidos. Hablamos de empleo digno, de reducción de plástico, de resiliencia frente a sequías que ya no son excepciones sino parte del clima que tenemos.
En paralelo, avanzamos con nuestros aliados tecnológicos y energéticos. Desde DIALLD BIO ENERGY, DIALLD SOLAR y las demás unidades hermanas fuimos tejiendo propuestas de PPA solares, módulos de eliminación de residuos y soluciones integradas que alimentan la misión de OIVA. Para nosotros, cada litro de agua segura necesita también un kilovatio limpio y una gestión responsable de los residuos. La crisis hídrica no se resuelve mirando solo la tubería: hay que mirar también la matriz eléctrica, los vertederos, las ciudades que crecen sin preguntar de dónde saldrá el agua.
Este año también cruzamos fronteras desde la sociedad civil. La Unión Europea nos invitó, como ONGD española especializada en agua, al foro de sociedad civil en Colombia. Allí llevamos la voz de Agua para la Vida y de las comunidades con las que trabajamos, y confirmamos algo que venimos repitiendo desde hace años: la diplomacia popular empieza cuando las historias del terreno se sientan en la misma mesa que las políticas públicas y las grandes decisiones. No fuimos a repetir diagnósticos, sino a preguntar —y a preguntarnos— qué falta para que esas decisiones lleguen de verdad a los barrios y a las comunidades. En esa misma línea, fuimos semifinalistas en el concurso “Líder de la Diplomacia Popular 2025”, un reconocimiento que nos recuerda que las soluciones también se construyen desde abajo, conectando personas, ciudades y territorios que, a primera vista, no tendrían por qué encontrarse.
Este 2025 fue, además, un año de palabras. A través de la newsletter “Agua para la Vida: El Gran Reto de la Humanidad” y de artículos como “Ciudad enchufada, ciudad fósil”, “Agua, comunidad y policrisis”, “República Dominicana, país del botellón” o el recorrido por una década después del Acuerdo de París, fuimos contando lo que vemos en el terreno: ciudades que se electrifican pero siguen respirando humo, barrios que dependen del botellón azul para beber, comunidades que viven varias crisis superpuestas y las resisten como pueden. Escribir no fue un ejercicio académico: fue una forma de ordenar la policrisis y ponerle nombres, rostros, direcciones.
Y dimos un paso más al iniciar nuestra participación como autores en la revista MEER, para hablar de agua, sostenibilidad y policrisis desde una mirada que combina análisis, territorio y experiencia.
En paralelo, realizamos una investigación para la Revista Cultura de Paz y la Cátedra UNESCO titulada “Cuando falta agua en casa: inseguridad hídrica doméstica y detonantes de conflicto”, poniendo el foco en lo que ocurre puertas adentro cuando el agua no llega al grifo: tensiones familiares, tiempo perdido, salud en riesgo. Para nosotros, la escritura y la investigación son herramientas de trabajo: diplomacia popular en estado puro, usar la palabra y la evidencia como puente entre instituciones, empresas y personas que quieren actuar, pero que necesitan contexto, datos y un relato que no oculte la complejidad.
Mientras tanto, hicimos algo menos visible pero fundamental: consolidar la casa institucional. Avanzamos en el reconocimiento de OIVA como organización internacional, en la apertura de la filial en República Dominicana, en la actualización de certificados y estatutos. Y fuimos reconocidos por Google y Microsoft como ONG certificada para recibir apoyo directo, abriendo la puerta a herramientas, recursos digitales y acompañamiento que nos permitirán hacer más y mejor con cada euro y cada hora de trabajo. Son pasos que no salen en las fotos, pero que permiten que, cuando lleguen los equipos, puedan pasar frontera, acceder a exenciones fiscales, recibir donaciones tecnológicas y, sobre todo, operar con transparencia y seguridad jurídica.
Si miramos 2025 desde fuera, podría parecer un año de preparación. Desde dentro, sabemos que fue un año de decisiones: decidir que el programa Agua para la Vida no se quedará en una idea, sino que tendrá nodos concretos en España, en el Caribe y en Centroamérica; decidir que un generador atmosférico en un centro como el CAID no es un gesto simbólico, sino el primer eslabón de una red; decidir que queremos sentarnos con universidades, empresas, ayuntamientos y comunidades para construir juntas soluciones reales y medibles.
Por eso, cuando pensamos en el nuevo año, no lo vemos como un folio en blanco, sino como un plano de obra. 2026 es, para nosotros, el año de bajar del documento al terreno: instalar el primer Generador Atmosférico de Agua de NIDUS, avanzar en los acuerdos para los nodos de sequía en España, dar los primeros pasos físicos de LUNA en Honduras, consolidar la comunidad de personas que ya se han ido sumando como lectoras, voluntarias, aliadas o inversionistas. En otras palabras: empezar a ver, en fotos y en testimonios, lo que hasta ahora estaba solo en diagramas y tablas.
Al empezar a preparar nuestro resumen de fin de año, podría parecer tentador hablar solo de metas pendientes. Pero hay algo que ya hemos logrado y que queremos celebrar: hoy, en más espacios que hace un año, agua, energía, salud, discapacidad, género y comunidad se están pensando juntos. Cada vez más personas entienden que hablar de agua segura es hablar, también, de paz, de tiempo para estudiar, de menos miedo a enfermar, de ciudades que respiran mejor. Y eso ya es un cambio de época.
Cualquiera de estos pasos —un estatuto actualizado, un programa diseñado, una invitación a un foro internacional, un artículo que despierta preguntas, un generador en camino— bastaría para que el año mereciera la pena. Pero lo que realmente nos mueve es lo que viene después: ver a una niña abrir un grifo en un centro donde antes solo había botellones; ver a una comunidad seca instalar su primer generador del aire; ver cómo una alianza firmada se traduce en litros de agua, en empleo, en menos plástico y en más dignidad cotidiana.
Que lleguen todos los diciembres. Aquí estaremos, afinando el programa, sumando manos, convirtiendo planos en agua segura. Que no pare la música.
¡Nos vemos en dos semanas y en un año nuevo donde cada gota cuente un poco más de esta historia!